¿La Sucursal Del Cielo En Deuda Con La Política Interespecie?
- Sebastián Vargas Poveda
- 1 ago 2021
- 3 Min. de lectura
El municipio de Cali se encuentra claramente en deuda con la población animal no humana que habita en la región. Una población que sufre en silencio los desastres de la actividad humana producto de una idea de explotación y desarrollo insostenible que promueven algunos sectores y que se reproduce en las principales esferas de la sociedad.
La ciudad de Cali, que es una ciudad anfibia, considerada la capital de la biodiversidad en el Valle del Cauca, colinda con el Parque Nacional Natural Farallones, el área protegida más grande del Valle, que conserva una riqueza biológica excepcional y que de manera trágica sigue siendo gravemente afectada por los efectos antropogénicos de la minería.
Así mismo, la reconocida Sucursal del Cielo, por su clima tropical, cuenta con más de 7 ríos que le atraviesan y que llegan a presentar en su recorrido graves problemas de contaminación desde hace ya varios años. El rio Cali es uno de los principalmente afectados por la tala indiscriminada y la minería provocada en la parte alta de su cuenca (como ya lo han evidenciado varias denuncias ciudadanas), comprometiendo con graves afectaciones (como la contaminación por mercurio) no solo la vida humana, sino también la vida de la fauna nativa y doméstica de la región. Hace alrededor de un mes este rio le permitió a la ciudadanía divisar una hermosa familia de nutrias que disfrutaban de sus aguas en pleno centro de la ciudad.

Igualmente, el Rio Meléndez, otro rio de gran importancia para la ciudad de Cali, se encuentra en un estado crítico que se ha acentuado debido a una política de desarrollo, que, con el aval de las autoridades, se ha desentendido de la realidad ambiental que atraviesa el planeta y directamente del bienestar de los animales no humanos. Esto incluso ha estimulado la protección y recuperación de la salud hídrica de nuestra fuente mediante acciones ciudadanas y amparos judiciales.
La Sucursal del Cielo es considerada la ciudad de las aves y cuenta con más de 561 especies de las 1.930 registradas en el país, siendo la ciudad con mayor variedad de aves en Colombia y en el mundo, superada solo por Brasil. Recordemos que Colombia es el segundo país megadiverso del mundo y en solo 10% de su extensión alberga el 70% de la biodiversidad de todo el planeta. No sobra decir que debemos tener en cuenta que este escenario es uno de los motivos por los cuales se celebran festivales internacionales y congresos de aves en la ciudad y que dinamizan su economía.

A pesar de los grandes esfuerzos que se han hecho desde los diversos movimientos pro animalistas, y desde las acciones de entidades gubernamentales que tratan de representar fielmente estas nobles iniciativas, las aves también han sufrido del desentendimiento estructural de las autoridades centrales y de la falta de aplicación directa de una ética interespecie en las políticas institucionales que permitan integrar la justicia para todos los animales, tanto humanos como no humanos, acorde a las necesidades de todos los seres vivos que habitamos y cooperamos en la región.
A la Sucursal del Cielo le hace falta la implementación seria de una política de ética ambiental inclusiva, que se comprometa de manera ardua a trabajar en favor de los animales no humanos, y a la aplicación de la justicia animal interespecie, acorde con los Objetivos de Desarrollo Sostenible (ODS) que plantea la Agenda 2030.
Dado lo anterior, la pregunta que nos surge es ¿cómo y cuándo harán las autoridades de la región para adoptar una política inclusiva con un enfoque ético interespecie, que se comprometa a la aplicación directa de una justicia animal y de un desarrollo verdaderamente sostenible e inclusivo con todos los seres vivos?
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